Yo la amaba más que a nada en el mundo,
y este amor era tan profundo.
Sus ojos brillaban como las estrellas
en el cielo de Marbella.
Era única y tan importante
como Don Quijote para Cervantes.
No sospechaba que esto acaba trágicamente
al irse ella tan rápidamente.
Cuando al fin volví a casa
encontré sólo su ausencia.
El gato se merendaba
al pez que tanto amaba.
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